La Beata María Pilar Izquierdo Albero, Fundadora de la Obra Misionera de Jesús y María, tercera de cinco hermanos, nació en Zaragoza (España) el 27 de julio de 1906 en una humilde familia cristiana. El Sr. Mariano, su padre, era de Alfamén (Zaragoza) y trabajó en una panadería, mientras que su madre Pabla, oriunda de Zaragoza, se dedicó a trabajar en su hogar y en otros hogares para contribuir a la economía familiar.
Sus padres, pobres en posesiones materiales, pero ricos en todas las virtudes, transmiten a su hija el espíritu de piedad, y una tierna devoción a la Virgen de Pilar. El 5 de agosto, fiesta de nuestra Señora de las Nieves, fue bautizada la pequeña María Pilar en la parroquia de Santa María Magdalena. Más tarde, como ella misma diría: «Este ha sido el día más importante de mi vida por haber recibido la gracia santificante y por entrar a ser hija de la Iglesia».
Desde niña brilló en ella un amor exquisito a Dios y a los pobres, de hecho no podía ver a ningún necesitado sin ayudarlo inmediatamente. En varias ocasiones compartía lo poco que tenía como su merienda, vestidos o calzado para ayudar a los demás. No había podido asistir a la escuela, por dedicarse a cuidar a sus hermanos, como consecuencia, no sabía escribir y leer apenas; se consideraba «una tontica» diciendo que solo sabía «sufrir y amar, amar y sufrir«. Pronto experimentó la realidad del dolor en su propia piel y comprendió el valor Redentor del sufrimiento.
A la edad de 12 años fue víctima de una misteriosa enfermedad que ninguno de los doctores podía diagnosticar. Después de cuatro años de vivir en Alfamén por razones de salud, regresó a Zaragoza donde comenzó a trabajar en una fábrica de zapatos, llamando la atención de todos por su sencillez, simpatía natural, y laboriosidad. El Señor, sin embargo, quería llevarla por otro camino adentrándole, cada vez más en el misterio de la Cruz.
María Pilar llegó a amar el sufrimiento como permitido por el Señor hasta oirle repetir: «encuentro en este sufrimiento un amor tan grande hacia nuestro Jesús que muero y no muero ..» «porque es este amor el que me hace vivir.» Las almas que viven de la fe saben bien que Jesús redimió a la humanidad a través del dolor y que nosotros también podemos y debemos cooperar a esta redención a través del sacrificio.
En 1926, al regresar del trabajo, debido a la aglomeración de gente, cayó del tranvía y se fracturó la pelvis. Pasó más de un año de hospital en hospital incapaz de moverse debido a las fracturas. En 1927, como resultado de múltiples quistes, permaneció parapléjica y ciega: comenzó para ella una nueva forma de vida que duró más de doce años entre los hospitales de Zaragoza y la buhardilla de la calle Cerdán 24. Este lugar se convirtió, a pesar de tanto sufrimiento en una escuela de espiritualidad, en un oasis de luz, paz y alegría para los que la visitaron, especialmente durante los tres años de la guerra civil española, las almas fueron ayudadas por la Madre a discernir la vocación a la cual Dios los llamaba.
En 1929 los médicos que la atendían esperaban la muerte de Pilar de un momento a otro: le administraron la unción de los enfermos, algunas vecinas prepararon la mortaja e incluso obtuvieron, de forma gratuita, el ataúd de una agencia funeraria. Pero el Señor tenía otros planes para para ella; después de seis meses despertó del coma en el que dormía; permaneció ciega y paralítica, con quistes diseminados por todo el cuerpo, incluso en la cabeza. A pesar de esto, sin preocuparse por sí misma, desplegó un amplio apostolado en la buhardilla. Socorrió a los más pobres con limosnas que la gente piadosa le daba a ella, consoló a quien estaba triste, confortaba a aquellos desanimados y formaba, en la vida espiritual a tantas almas que la visitaban o escribían.
Para responder a las muchas personas que le preguntaban, o escribían se sirvió de amanuenses, porque ella no podía ni sabía escribir. Aunque ciega, guiaba con gran cuidado y solicitud su “Rebañico” (“el pequeño rebaño”) el grupo de personas que estaba unido a ella espiritualmente), poniendo a disposición los dones de los que el Señor la enriqueció: el “ver” a distancia y el “de conocer” incluso las conciencias.
Robaba horas de sueño, pasando las noches en oración ofreciendo sus sufrimientos por la santificación de las almas, especialmente para los sacerdotes y seminaristas.
Muchos jóvenes acudían a visitarla al ático de la calle Cerdán y María Pilar los iba formando y orientando a la vocación que el Señor les llamaba, tanto para el matrimonio como para la vida consagrada. En 1936 María Pilar comenzó a hablar de la Obra de Jesús que habría de aparecer en la iglesia para atender a las clases más desfavorecidas ayudando al restablecimiento moral y espiritual de España, rota a causa de la guerra civil.
Era amplio el horizonte y aquellas jóvenes estaban entusiasmadas, esperando el día de remontar el vuelo, sin sospechar los planes que el Señor tenía sobre la Sierva de Dios; pensaban que podría seguir dirigiéndolas desde su cama de enferma. El Señor le había dicho que la curaría para poner en marcha la Obra de Jesús. La finalidad de esta sería: “reproducir la vida activa del Señor en la tierra a través de las obras de misericordia”.
El 8 de diciembre de 1939, solemnidad de la Inmaculada Concepción, de la que María Pilar era devotísima al recibir la comunión de sintió curada repentinamente de manera extraordinaria de su parálisis que la había obligado a permanecer en cama por más de 10 años. Los quistes desaparecieron y recuperó la vista. Inmediatamente después, su Obra se puso en marcha comenzó, trasladándose con un grupo de jóvenes a Madrid donde la Fundación ya estaba aprobada con el nombre de “Misioneras de Jesús y María”.
Pronto, sin embargo, los juicios humanos se antepusieron a los planes de Dios; se le prohibió ejercer cualquier forma de apostolado hasta 1942, cuando el obispo de Madrid concedió la aprobación canónica de la obra como “Pía Unión de Misioneras de Jesús, María y José».
Después de dos años de fructífero apostolado entre los pobres, los niños y los enfermos en los suburbios de Madrid, Dios quiso que pasara de nuevo por el camino de la Cruz. Los quistes del abdomen se reprodujeron en ella; a la enfermedad, se unió el sufrimiento moral con el cual Dios suele purificar las almas que quieren llevar a las alturas de la perfección. Las calumnias, las intrigas y los malentendidos desacreditaron el trabajo apostólico, por lo que varias jóvenes que siempre le habían sido fieles, se fueron de su rebañico. La situación llegó a un punto en el que María Pilar, por Consejo de su Confesora, en noviembre de 1944, tuvo que retirarse de su propia Obra. Nueve de sus hijas la siguieron.
El 9 de diciembre del mismo año se puso en viaje a San Sebastian, el último tramo de su ascenso al Calvario. Durante el viaje, en una noche helada y en una carretera cubierta de nieve, en un accidente automovilístico,se fracturó una pierna además de numerosos golpes.
Un tumor maligno se le manifestó casi al mismo tiempo; todo esto no pudo extinguir la llama de su luminosa fe, ni la firme convicción de que su Obra resurgiría nuevamente con más fuerza. Postrada en el lecho, el Señor le manifestó que se acercaba la hora de dejar el destierro; aprovechó el poco tiempo que le quedaba para saborear mejor el cáliz del Señor, mientras animaba a sus hijas diciéndoles: “siento mucho dejaros porque os amo mucho, pero desde el cielo os seré más útil.” Apenas tome posesión de mi trono, volveré para estar siempre con los que sufren, con los pobres, los enfermos. Cuando más solos estéis, más cerca estaré de vosotros”
Murió en San Sebastián, a los 39 años de edad, el 27 de agosto de 1945, ofreciendo su vida por las hijas que se habían separado de ella y recordando con tristeza y amor: “las amo tanto -dijo- que no puedo olvidarlas;” Aunque me pegasen y me arrastrasen por el suelo, desearía tenerlas a todas aquí. No quiero recordar el mal que me hacen, sino el bien que me hicieron. Sabe nuestro amado Jesús que mucho más de lo que me hacen sufrir, quiero que les dé de Cielo.
Sus hijas, confiadas en las palabras de la Madre, permanecieron Unidas bajo la dirección del Padre Daniel Díez García, quien la había ayudado y asistido en los últimos años de su vida. En 1947 llegaron a Logroño y en mayo de 1948 el Sr. Obispo D. Fidel García Martínez aprobó canónicamente la Obra como Pía Unión “Obra misionera de Jesús y María”.
En 1961 fue aprobada como Congregación de derecho Diocesano y en 1981 fue declarada como Congregación de Derecho Pontificio. Actualmente el Instituto cuenta con 24 casas dispersas en diferentes lugares de España, Colombia, Ecuador, Venezuela, México, Italia, Mozambique e Indonesia.
La fama de la santidad de la Madre María Pilar Izquierdo aumentó hasta tal punto que el Sr. Obispo de Calahorra-la Calzada-Logroño, Mons. Francisco Álvarez Martínez consideró oportuno abrir la causa de Beatificación y Canonización. El proceso diocesano se celebró de 1983 a 1988.
El 18 de diciembre de 2000, su Santidad Juan Pablo II declaró la heroicidad de las virtudes, el 7 de julio de 2001 aprobó el milagro atribuido a su intercesión, el 04 de noviembre del mismo año tuvo lugar su Beatificación.
Martirologio Romano: En San Sebastián España, María del Pilar Izquierdo Albero, Virgen, que, vivió en pobreza, soportando pacientemente enfermedades graves, buscó a Dios en el amor diligente a los pobres y afligidos, para servirlos. Fundó la Obra Misionera de Jesús y María.